Los portapaces inicialmente eran objetos religiosos destinados a dar el ósculo de la paz. En un pequeño retablo o caja llevaban una imagen portátil. En muchas aldeas gallegas se empezaron a usar para portar santos por las casas, una costumbre aún viva en muchos lugares.

Por ejemplo, en Ponte do Porto hasta diez portapaces siguen entrando de casa en casa en varios barrios, cada uno con su advocación. En una caja de madera va la imagen de un santo, de Cristo o la Virgen, a una docena de casas inscritas en el listado correspondiente. Suelen estar una semana en cada hogar y pasan a la siguiente devota en la lista.

Los santos portátiles en uso en el pueblo tienen en su mayor parte más de un siglo y son ya de una cuarta o quinta generación. En algunos casos se renovaron las cajas de madera recientemente, sufragadas por los fieles.

Fátima, Sagrado Corazón de Jesús o San Antonio

En el barrio do Outeiro pasan de casa en casa los portapaces de la Fátima, el Sagrado Corazón de Jesús, san Antonio, san Adrián, la Dolorosa. Otros tres portapaces recorren As Barrosas y dos la zona de Curros. Una vieja costumbre que sigue en pie como la cofradía del Sacramento del siglo XVII.

Los portapaces servían para que los fieles besaran una imagen u objeto de un modo honesto, religioso y rápido. En los primeros siglos de la Edad Media se usaba en los templos una varilla metálica terminada por algún emblema religioso.

Desde el siglo XIII adquieren la forma de cuadrito con imágenes de relieve simulando una portada o un pequeño retablo. En Ponte do Porto conservan un ejemplo inglés de un naufragio, un san Agustín de Canterbury de alabastro del Iris de Hull de 1883.